Plànol de la zona de París i targeta del Providence Hotel, amb anotacions manuscrites de Jaume Roca Delpech.

Balthus. "Passage du Commerce-Saint André", 1952-54

Roca D. Costa en Venecia. Diciembre 2001.

Variación documentada sobre una obra de Balthus.

Artículo publicado en "Cultura/s", de La Vanguardia. 28 de enero 2004.

En 1952 mi padre Jaume Roca Delpech, pintor y músico, tuvo que pasar unos meses en Paris por motivos profesionales, y quiso que le acompañásemos mi madre y yo. Nos alojamos en el Hotel Providence, en Saint-Germain-dés-Prés, su residencia habitual en sus frecuentes viajes a la ciudad. Este pequeño hotel se hallaba situado en la Rue de l'Echaudé, a escasos cuarenta metros de la esquina que forman la Rue Bourbon-le-Château y la Rue de Buci, que él había pintado con frecuencia y que por cierto constituye la localización del cuadro "La rue", pintado en 1933 por el artista polaco-francés Balthus. Muy cerca de allí, y desde la Rue de l'Ancienne Comédie se accede, a través de un porche alto, al Passage du Commerce-Saint André y a la Cour de Rohan, donde mi padre pintó varias acuarelas, dos de las cuales conservo. En ellas se pueden ver las ventanas del estudio de Balthus, donde el artista estaba empezando en aquel momento una de sus obras más emblemáticas, el "Passage du Commerce-Saint André" (1952-1954), que figura sobre estas líneas. Desde luego ni mi padre ni casi nadie conocia esta circunstancia, pero es agradable pensar que probablemente nos habíamos cruzado con él quien sabe si cuando regresaba de comprar la "baguette".

En 1987, treinta y cinco años más tarde, en un viaje a Paris, quise dar una vuelta por el barrio donde había vivido de pequeño, y ver así el tema de la obra de Balthus, por entonces ya una pintura célebre. Quedé sorprendido por varias razones: una, que el lugar había permanecido prácticamente intocado desde los años 50; otra, porque constructivamente el tema, considerado como tal, encajaba perfectamente en mis esquemas compositivos y, en tercer lugar, porque me recordaba mucho mi calle de infancia en Girona, el Carrer del Nord. Inevitablemente estas coincidencias geográfico-temporales, tal como las define Francesc Miralles, me llevaban a intentar, a mi vez, una pintura con aquel lugar como tema. Desde entonces y hasta medidados del año pasado fui trabajando en ello de forma intermitente, documentando con fotos y dibujos este rincón urbano parisino, tratando de hacer mio el tema a pesar de la fuerte presión que ejercía el ilustre precedente del cuadro Balthus, obra que he estudiado de una forma casi arqueológica para conocerla a fondo a fin de formular un equivalente propio que huyera del "homenaje" al uso. En realidad, hasta diciembre de 2002 no pude ver el original en la muestra del Palazzo Grassi de Venecia, que fue cuando lo comprendí bien. Mi pintura realista urbana, desde los años setenta y hasta hace poco tiempo, salvo raras excepciones, ha prescindido deliberadamente de la figura humana: puesto que nunca he pintado un paisaje que no estuviera construído o manipulado por el hombre, me ha parecido que éste se hallaba lo suficientemente presenta sin necesidad de representarlo físicamente. En la actualidad, gracias al hilo del que he ido tirando y que grosso modo me ha remontado a traves de Balthus, De Chirico y de Seurat al Quattrocento italiano y a Egipto, mi percepción ha cambiado un poco y puedo incorporar la figura como un elemento más. Se trataba, pues, de lograr una pintura equivalente y equidistante tanto de la realidad visual como de la obra de Balthus. Naturalmente, el prescindir de personajes ya me alejaba radicalmente del concepto balthusiano. En su pintura el paisaje es el envoltorio físico de una escena intemporal, con unos protagonistas cuya relación entre ellos está deliberadamente oculta. Mi versión, por el contrario, tenia que dar el protagonismo al lugar por si mismo. El peligro era enorme porque el escenario vacío corría el riesgo de convertirse en un embudo por el primer término del cual podía escurrirse toda la estructura compositiva. Encontré una solución: huyendo de cualquier connotación literaria hacer que los elementos estrictamente plásticos, en primer lugar la perspectiva, delimitaran, como si de rayos láser se tratara, la presencia espectral de unos personajes no descritos, apoyada por la utilización intencionada de los colores, los valores, los volúmenes y todas sus complejas interrelaciones. Con estas herramientas he trabajado para lograr lo que logra un niño cuando se construye un escenario con maderas de colores de un juego, imaginando y viendo escenas imposibles de describir. Construí el cuadro como un puzzle, colocando cada elemento como definitivo desde un principio, para que dieran como resultado un guiñol intemporal y mudo. Con este método, tejí un entramado plástico sobre el cual la vista se desplazara prescindiendo de cualquier foco principal de atención y que a su vez se proyectara hacia el espectador invitándolo a formar parte de la escena.

Estos dieciséis años de trabajo intermitente me han permitido incorporar al cuadro el oficio y la experiencia que he ido adquiriendo. Ha sido un gran esfuerzo y he pasado mucho miedo, que espero el resultado final no acuse, y finalmente di la obra por terminada (aparece a la derecha de esta página). Hoy tengo la impresión de que me he acercado un poco al propósito de hacerles un guiño a Piero y a Balthus entrando por la puerta falsa de mi guiñol -que no la puerta en el muro de Wells- sin caer en el ridículo. Y es que ya son muchos miles de años de pintura figurativa los que nos vigilan atentamente. Esto, Balthus también lo sabía.

Santiago Roca D. Costa.

Fotografia de treball per a
Passage du Commerce-Saint-André.

Esbossos i notes del natural per a
Passage du Commerce-Saint-André.

Esbossos i notes del natural per a
Passage du Commerce-Saint-André.

Estudi per a Passage du Commerce-Saint-André. Fotocòpia, llapis, llapisos de color i collage. 34,6 x 39,7 cm.

Passage du Commerce-Saint André

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